Si quieres tocar un instrumento lo primero que tienes que hacer es aprender a sentir la música y a amarla. Mucha gente comienza sus clases porque quiere imitar a un músico famoso y emular sus acciones en el escenario. Eso no es malo, quiere decir que esa músico famoso ha transmitido el suficiente sentimiento como para que otra persona desee hacer lo mismo.

Cuando se comienza las clases hay varios tipos de alumnos. Por un lado están aquellos que solo van a clase como una actividad más y que tan solo pretenden tocar algunas notas sin ir más lejos. Luego están los que quieren llegar a algo con su carrera musical y se esfuerzan por aprender y estudiar su instrumento.

En este último grupo también se pueden hacer al menos dos clasificaciones, los que tienen una técnica estupenda pero cuando tocan no llegan a la gente y aquellos que son capaces de sentir la música y transmitirla a quienes la escuchan.

Sentir la música, una forma de comunicación

Sentir la música y transmitir su mensaje es una forma de comunicación muy antigua. Ya en la prehistoria el hombre comenzó a hacer música y a expresarse a través de ella. Incluso sentía que era el mejor modo para comunicarse con los dioses.

Pero no todo el mundo tiene ese don. Se puede aprender la música mediante el estudio, pero no se puede aprender a sentirla. Es cierto que la técnica es muy importante, pero sin el sentimiento no hay nada. Por eso hay músicos con una gran técnica que no triunfan y otros que son totalmente autodidactas y que alcanzan un gran éxito.

Es lo que los flamencos llaman duende, ese algo mágico que algunas personas poseen cuando tocan y que impregna de sentimiento todo lo que hacen, consiguiendo que quien los escucha no lo haga solo con el oído, lo haga también con el corazón.

Anastasia y su modo de sentir la música

Anastasia McQueen ofrece espectáculos de música de baile y la manera de medir hasta qué punto se logra hacer sentir la música al público que acude a ellos es observando sus cuerpos y viendo cómo reaccionan a la música

Cuando se les ve moverse al ritmo de la música casi sin darse cuenta, sin ser conscientes de ese algo que los está poseyendo, es cuando nos damos cuenta de que se establece la conexión. Y esa es parte de la magia de Anastasia McQueen.