Antonio Banderas (57) abrió las puertas de La Gaviota, su paraíso privado en Marbella, para celebrar los veinte años de Power of Seduction, el primero de sus perfumes y el germen de una saga de éxitos que solamente el año pasado generó cien millones de euros. La casa, de típico estilo español-morisco, estuvo vestida de fiesta, con ramos de calas blancas y velas en grandes fanales de cristal. En la entrada y en una de las salas había una exposición con fotos, bocetos, frascos y un timeline de las fragancias, que daba la bienvenida a los 170 invitados y terminaba su recorrido en el parque, enmarcado por palmeras y una pileta sobre la que se había montado un escenario y una pasarela que culminaba en la cabina de la DJ.

En plan de anfitrión, Antonio ocupó una suerte de reservado en la galería junto a Nicole Kimpel (40), su amor desde hace cuatro años. «Su chica», como la presenta Banderas, saludó con simpatía y balbuceó algunas palabras en español a quien se le acercaba, y registró con el teléfono muchas de las escenas de la fiesta inolvidable, cuyo principio estuvo marcado por el intenso sol marbellí que ardía sin piedad pasadas las nueve de la noche.

Un elenco de diosas, al mando de Pampita
Como embajadora de las esencias, Carolina «Pampita» Ardohain (40) abrió el fuego de las diosas y fue la primera en posar con Antonio Banderas el sábado 7. Deslumbrante, en un vestido corto de malla metálica (de El Camarín) que dejaba al descubierto su sensual figura, acaparó los flashes y levantó suspiros. Estaba tranquila y muy sonriente: había sobrevivido a una semana de tensión, teñida por su renuncia intempestiva a Pampita Online y los rumores de desamor con su novio Pico Mónaco. «Están juntos, pero no quieren exponer más su romance en las redes sociales», deslizó su cofradía.

En orden de aparición, siguió Olga Kurylenko (38), la chica Bond. En verde total, la actriz ucraniana eligió la marca Temperley London, una de las preferidas de Meghan Markle, la duquesa de Sussex. Entró a La Gaviota de la mano del actor Ben Cura, su pareja. Paz Vega (42, sevillana), muy amiga de Banderas, coronó la liga de beauties. Lució un diseño de Second Skin, con bolsillos y dos flores en el escote. Nicole Kimpel, concentrada en su papel de dueña de casa, llevó un traje confeccionado por la colombiana Carolina Steffani, al que ella misma (estudia moda con Banderas en Central Saint Martin, en Londres) contó que le había hecho unos retoques.

Paella y saxo
El día se fue despacio en la Costa del Sol y hubo luz hasta pasadas las diez de la noche. El reconocido Dani García, un chef con dos estrellas Michelin que comparte las raíces malagueñas con Banderas, creó tres tragos especiales inspirados en las fragancias. Y fue responsable del menú: una fusión de la paella típica y el infaltable jamón ibérico con delicias moleculares y finger food, que incluyó crujientes de anguila, bocaditos de foie gras, lubina frita, gazpacho de palta, todo bandejeado.

De traje oscuro, camisa blanca y corbata negra, Antonio Banderas dijo unas palabras acerca de su emprendimiento perfumista: «Ha resultado un trabajo fácil porque jamás he tenido que mentir. Sólo he dicho la verdad. Probablemente tengamos veinte años más, vamos a intentarlo», improvisó con emoción en el jardín de su propia casa. Marc Puig, tercera generación de la familia, y a cargo del grupo Puig Fashion and Beauty, lo relevó y destacó que fue un hito que fragancias ligadas a una celebridad sobrevivieran largo tiempo, con presencia en 95 países y seguidores «desde Tierra del Fuego a Rusia». Entonaron el «Feliz cumpleaños» y el party, que al mejor estilo Hollywood había sido ensayado la noche anterior, retomó el curso. Anastasia McQueen (nacida en Bielorrusia), una rubia llamativa, irrumpió en escena tocando el saxo. «Havana», de Camila Cabello, fue el primero de una serie de temas que invitaban a inaugurar la pista.

Antonio y su novia marcaron unos tímidos pasos de baile, aunque después prefirieron conversar con Olga Kurylenko y Paz Vega, sentados en la galería. Entre la gente, pululaba Francisco Javier Domínguez, el único hermano de la estrella («Chico», para los íntimos), que hacía una labor destacada como co-host. Navegante fanático, reveló su próximo rumbo: regatear en la Copa del Rey en Palma de Mallorca, como desde hace tiempo, con su barco (corre en la clase X41), auspiciado por los aromas de Antonio Banderas.

«Malagueando»
Nacido y criado en Benalmádena (un pueblo a veintidós kilómetros de Málaga), tierras costeras tomadas por los corsarios moros desde la antigüedad, José Antonio Domínguez Banderas fue hijo de una profesora de colegio llamada Ana y un policía, José Domínguez Prieto. Sus credenciales de alto vuelo en Hollywood jamás opacaron la pasión por su tierra y su raíz andaluza. Religiosamente, cada Semana Santa, Banderas vuelve a su lugar y participa del tradicional Via Crucis. En Marbella nació Stella del Carmen (el segundo nombre rinde honor a la virgen del Carmen que protege a los marineros, «porque yo soy un yachtman frustrado», se ríe) en 1996, la hija que tuvo con Melanie Griffith. Y al año, compraron La Gaviota, una espectacular casa en la playa de los Monteros, residencia que había pertenecido a la conocida periodista y locutora española Encarna Sánchez. Después del divorcio, «el nido» quedó para Banderas, quien tiene otras inversiones inmobiliarias en su adorada región, como un ático (un penthouse, para los españoles) en pleno centro de Málaga, y varios departamentos en la zona histórica. Días antes del gran evento, Antonio recaló en su lugar junto a su amor y un grupo de amigos y como un grito de alegría, anunció en las redes sociales: «Malagueando». Y con ese humor se despidió de su fiesta, de la mano de Nicole, mientras los rezagados cerraban la pista bajo el cielo gitano.